Formación Integral


Un día de Anciano

26.05.2008 09:35

Por: Roberto Felipe

Sentado en una de las bancas de espera para ser atendido en el área de medicina del seguro, ESSALUD, pasan imágenes de años y años por mis ojos, ancianos que arrastran sus pies con la dificultad que los años han puesto sobre sus extremidades, caminan con aquellos anteojos que les permiten ver un mundo del cual ya no se sienten parte, un mundo donde la vejez es una enfermedad, estos ancianos caminan por estos pasillos lentamente con la mirada cuidadosa y quizás en sus mentes añoren aquellos tiempos en que la vejez era sinónimo de sabiduría y motivo de veneración.
 

Don Manolo lleva puesto una casaca color crema, pantalón blanco, ya percudido, zapatos marrones no tan bien lustrados, sus anteojos cuelgan al filo de su nariz y su caminar es lento, cojea levemente de la pierna izquierda, su expresión es distraída y su mirar es cansado. Se sienta a mi lado y me dice: - Muchacho, ¿este consultorio es con el doctor Figueroa?-, contesto afirmativamente y le digo que soy el número diecisiete, me contesta dándome su nombre, critica que no le haya dado el mío y que por respeto lo primero que se hace antes de hablar con alguien es preguntarle el nombre, no para de hablar, critica al gobierno, a Chávez, a Bush y sobre todo critica la política con respecto a los jubilados por parte del estado.
 

Me comenta que vive solo, que su amada Amanda murió hace diez años y que sus hijos viven en Lima, que lo visitan poco y que pasa más tiempo en el seguro que en su casa por los achaques propios de la edad, me dice que ya está cansado de vivir, que extraña mucho a su amada Amanda, que cuando ella partió él murió, me dice: - Hijo, con Amanda pasamos miles de problemas, hemos peleado hasta cansarnos, me ha perdonado tantas cojudecitas, pero por encima de todo ello nos hemos mantenido juntos, a la vejez, llegas con la compañera de tu vida hijo -, escucho, mientras mi persistente tos nos interrumpe.
 

- Yo a tu edad ni conocía que era un doctor, no me enfermaba, no vas a llegar a mi edad - me dice Don Manolo, mientras otros ancianos recorren los pasillos, pasos lentos, algunos solos, otros de la mano de sus hijos o sus nietos, todos con tantas vivencias, que se resumen en un andar débil, distraído y necesitado, horizonte al cual todos inevitablemente acudiremos.
 

- ¡Manolo Cabrera Estrada! –, Vocifera una enfermera, Don Manolo se levanta con mucho trabajo, me dice – Abrígate muchacho- y parte hacia el consultorio.

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